artículo de salvador sostres, columnista / www.elmundo.es / jueves 10 de enero de 2013
Ser
padre y divorciarse es condenar a tu hijo –y especialmente a tu hija– a
una permanente infelicidad. De mi mujer he aprendido lo importante que
es tener una familia estructurada y sólida, la seguridad que confiere
que pasen los años y que tu primer paraíso permanezca intacto.
No
es aceptable que un padre se divorcie porque se ha cansado o se ha
desenamorado. Ser padre es comprender que ya no eres lo más importante
de tu vida. Ser padre es dejar de compadecerte y ocuparte de lo
fundamental, que es el bienestar, la educación y las claras referencias
de tu hija. Los padres somos lo que protegemos. Somos lo que callamos,
lo que en silencio gritamos o lo que lloramos cuando nadie nos ve para
que nuestro hijo –y sobre todo nuestra hija– tenga derecho a su paraíso
como una fortaleza que siempre le acompañe.
Eso
lo sabemos mejor que nadie los hijos de padres separados por lo
extraños que muchas veces nos hemos sentido, sin saber qué decir ni qué
pensar. Amo a mi mujer con locura, pero la promesa de nuestro matrimonio
nos trasciende porque sabemos que nos debemos a nuestra hija.
Muchas
veces te dije que antes de hacerlo había que pensarlo muy bien. Si ante
la devastación con que estás a punto de arrasar la vida de tu hija todo
lo que tienes que decir es que tu mujer ya no te gusta, o que ya no la
puedes soportar; si éste es tu argumento ante el terrible dolor que vas a
provocar, no has comprendido el deber, el sacrificio, lo irreversible
de ser padre.
Si
a la primera dificultad prefieres tu comodidad a su felicidad, tu
lamento a su estructura, ¿dónde vas a esconderte cuando tengas que
jugarte la vida por ella? Has de saberlo: vendrán días terribles.
Tomamos
una decisión adulta y libre, y tenemos que responder por ella. Si
consideras que te equivocaste, asume tu error y carga con sus
consecuencias, procurando no perjudicar a nadie, y mucho menos a tu
hija. Fundamos una familia y ésta es nuestra promesa ante Dios, ante
nuestra mujer y ante nuestra hija; y ésta es nuestra misión y el sentido
de nuestra vida.
Un hombre aguanta y paga el precio. Nadie dijo que fuera sencillo. Lo demás es propaganda relativista y destruir el mundo.
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