artículo de diego contreras / www.laiglesiaenlaprensa.com / viernes 11 de enero de 2013
El programa informativo "Dossier", del telediario de RAI2, se centró hace unos días en la figura de Benedicto XVI. Es un reportaje
que subraya aspectos menos conocidos, como la visita a una cárcel
romana y las reacciones de los detenidos. Quizás la parte que más me
interesó fue la dedicada a los "marxistas ratzinguerianos", algunos
intelectuales italianos de inspiración marxista que afirman sin medias
tintas que encuentran en Benedicto XVI una guía moral e intelectual del
mundo actual. Son Giuseppe Vacca, presidente de la Fundación Istituto
Gramsci; el jurista Pietro Barcellona, ex diputado del Partido Comunista
Italiano; Mario Tronti, padre del "operaismo" italiano y presidente
del Centro para la Reforma del Estado; y Paolo Sorbi, ex-lider del
movimiento "Lotta Continua".
Estos intelectuales escribieron hace
poco más de un año una carta abierta al mundo católico y de la
izquierda italiana que dio lugar a un debate sobre la "emergencia
antropológica" del momento presente. Son muy críticos con la izquierda
por haber cedido ante las culturas libertarias para las que no existe
otro derecho que el derecho individual. Del magisterio de Benedicto XVI
subrayan especialmente el rechazo del relativismo ético y el concepto de
valores no negociables. Rodeados de carteles de inconfundible sabor
comunista y de fotografías de Togliatti y Berlinguer, dos de esto
intelectuales (Tronti y Vacca) dicen en el reportaje cosas como que el
Papa es el mayor intelectural político en el escenario europeo y que la
encíclica “Caritas in veritate” es uno de los grandes textos que se
pueden leer sobre globalización.
Al margen de sus afirmaciones,
con las que se podrá estar de acuerdo o no, me ha parecido muy
significativo que esas personas -en principio bastante lejanas e incluso
culturalmente antagonistas de la fe católica- lean con tanta atención
lo que dice y escribe el Papa. No cabe duda de que hablan con
conocimiento de causa. Son intelectuales honrados. Esto es un dato
asombroso cuando, por desgracia, en el debate público se acostumbra a
hablar sin escuchar (no digamos ya sin leer...) y bajo condicionamientos
mentales a lo Pavlov, es decir, esas reacciones automáticas ante lo que
presuntamente se supone que está diciendo el otro.
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