
En Ratatouille está lo inverosímil de un mundo animal humanizado, lo paradógico de que una rata -paradigma de repugnancia- sea un esquisito chef y, sobre todo, lo verosímil del desarrollo cinematográfico de la animación.
La humanización de los animales es tan antigua como Esopo, Fedro y el Asno de oro de Apuleyo. Es una posibilidad que siempre ha estado ahí, que hace las delicias del público infantil, pero que nunca ha producido una obra maestra de la literatura.
Se ve, sin embargo, que hay cierta connaturalidad entre los niños y los animales. Los niños son racionales, pero no racionalistas; los adultos, en cambio, suelen ser racionalistas, o sea, poco racionales.
Lo paradógico, en cambio, si es muy relevante en literatura: un hidalgo que se cree caballero andante; un mortal que viaja por el mundo de ultratumba...
Pero lo más notable de Ratatouille es la enorme verosimilitud que han logrado la animación, con una perfección increíble.
El mensaje de la película es claro: todo el mundo puede cocinar, y este axioma se explicita de modo extremo: si una rata, paradigma de lo sucio, puede elaborar sabrosísimos menús, tú, ¿por qué no?
Este es un mensaje netamente americano (estadounidense, queremos decir). Es el sueño americano: cualquiera puede ser presidente, cualquiera puede ser empresario, cualquiera puede triunfar.
Aunque ambientada en París, Ratatouille rezuma el espíritu de Nueva York.
In Ratatouille there is the unlikely of a humanized animal world, the paradoxical of a rat -paradigm of repugnance- is an refined chef and, above all, the credible of the cinematographic development of the animation.
1 comentario:
...please where can I buy a unicorn?
Publicar un comentario