Hey Largo, de John Houston, nos ofrece una historia nítida de buenos y malos con final feliz (para las buenos) El artífice de la victoria es Humphrey Bogart, que llega a ser un héroe a su pesar. Bogart es un ex combatiente de la segunda guerra mundial que acude a Cayo Largo (Florida) a visitar a la viuda (Bacal) de un soldado muerto en la refriega. La familia de la viuda regenta un hotel en Cayo Largo que, al llegar Bogart está ocupado por una banda de gansters para realizar allí una operación mafiosa de entrega de dinero. Bogart, según su estilo, parece no inmutarse por la situación, y con su cinismo y sagacidad habituales se gana la confianza del jefe (Edward G. Robinson) de los mafiosos. Bogart no parece interesado lo más mínimo en intervenir en la situación, pero, llegado el caso, no teme enfrentarse con los mafiosos, aunque sea simplemente para servir una copa a la amante (Claire Trevor) del jefe, que está siendo ultrajada por su alcoholismo. Bogart aguanta estoicamente la bofetada del jefe, y reserva su hora para tiempos mejores.
El personaje común, que llegado el momento se convierte en héroe no es un caso aislado en el cine y la literatura. Lo vemos también en Casablanca, donde Bogart ayuda a au antiguo amor y al marido de esta a huir de los nazis. Dicen que en las situaciones extremas es donde aparece lo mejor de nosotros mismos, pero sin entrenamiento diario, es fácil que lo que se muestre sea ...lo peor de nosostros mismos, que no ha de ser necesariamente crueldad, sino algo peor... la cobardía. El desenlace de Cayo Largo lo dejo en suspenso para quien no haya visto la película.
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