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jueves, enero 31, 2008

Ágape, Eros y Tánatos



Ágape y Eros significan amor en griego, pero ágape pone el acento en la benevolencia (querer el bien del otro), y eros en el instinto sexual. Tánatos equivale a muerte.
La revolución sexual, explosión mediática y social de las ideas de Nietzsche y Freud (entre otros), quiso sacudirse a ágape en beneficio de eros. Pero como en el amor humano se da un equilibrio entre ambas dimensiones, cuando se rompe esa armonía, se incurre en Hybris (desmesura) y el eros se hermana con Tánatos.
Por eso, el aborto es el icono de la revolución sexual.
El amor agaperótico es la fuente de la vida, pero si se desligan ambas dimensiones, o sea, el instinto del compromiso, el Eros, celoso, pone en peligro a ese ser humano que empieza a crecer, porque, al fin y al cabo, la vida es un continuum que sólo se interrumpe con la muerte, que puede ser natural, si no es provocada; o inducida, como en el caso del homicidio.
La unión entre ágape y eros es muy fuerte y está ecológicamente direccionada hacia la procreación de un nuevo ser: no se puede producir la fractura sin que la vida naciente penda de un hilo.
Lo irracional, antinatural y antiecológico de la separación forzosa entre ágape y eros se comprueba en lo ardua que resulta la contracepción. Si constituyese una opción más, resultaría relativamente sencillo disociar los aspectos fecundos de los placenteros. Pero no es así.
Lo saben muy bien en el Ministerio de Sanidad y en la Organización Mundial de la Salud.
El preservativo, los parches, los dius, las píldoras del día anterior, del mismo día y del día siguiente, etcétera, etcétera no logran plenamente su objetivo, y crece el aborto.
La vida se resiste a divorciarse de la sexualidad, tal como si se pretendiera que el sol no iluminara, que el agua no quitara la sed o que en la primavera no reverdecieran los campos.
La revolución sexual participó del típico espejismo que padecen las revoluciones violentas, a saber, creer que la revolución soluciona más cosas de las que estropea.
En efecto, el aborto es el icono de la revolución sexual. Es curioso, pero las revoluciones post ilustradas están ampliamente conectadas con los cementerios: Marx, Hitler y Freud.
El sueño de la razón produce monstruos. La voluntad de poder que se rebela contra la realidad termina aniquilándola.
Lutero se rebeló contra la autoridad; la Ilustración se rebeló contra un Dios personal; el cientifismo proclamó la muerte de Dios; y los freudianos anticoncepcionistas se rebelan contra la biología y el propio cuerpo.
Atacado el Creador, la criatura se ataca a sí misma. Primero, en el cuerpo de los enemigos -burguesía, judíos...-y finalmente en el propio cuerpo.
Es significativo que tras la muerte del espíritu, sobrevenga la muerte del cuerpo. No en vano, el hombre constituye una unidad indestructible.
Afortunadamente, tras la autoaniquilación, no quedan mucho más seres contra los que rebelarse.
La revolución sexual y su icono, el aborto, son el canto de cisne del ciclo ilustrado, que verdaderamente, más que iluminante (eso significa ilustrar), ha sido bastante oscurecedor.
Las ideologías maridadas con la rebelión contra el propio cuerpo (ideología de género, etcétera), caerán como ramas secas de un árbol que nació muerto.
Pero lo fundamental es no situarse a la defensiva, sino trabajar en el mapa conceptual de esta nueva fase.
Se trata de situar a la familia en el núcleo de la vida social, dimensionando una serie de conceptos: el hijo como don; el bienestar integral; la prevalencia de la familia sobre el trabajo; la insuficiencia del individualismo como meta vital; la conciliación de la vida familiar y profesional; la preeminencia del trabajo sobre el capital y de la persona sobre el trabajo; un feminismo no masculinizante; el saneamiento de la telebasura; la abolición de la partitocracia; la emergencia de la sociedad civil; la ruptura de los maniqueísmos políticos; la adecuación de las legislaciones con la declaración universal de los derechos humanos, etcétera. La familia, ámbito donde el ágape y el eros pueden convivir con mayor hermanamiento y con más posibilidades de acoger, respetar y amar cada nueva vida, puede convertirse en el icono de esta nueva época ya próxima.

3 comentarios:

Alberto Tarifa Valentín-Gamazo dijo...

Magnífico artículo, mucho más claro que una encíclica papal...
Veré cómo lo enlazo.

Antonio Barnés dijo...

Si te refieres a Deus caritas est... tiene más solidez argumental...

Javier Cercas Rueda dijo...

Muy buena tu foto.

He enlazado tu blog en el mío (quizás podrías corresponder en tu barra de enlaces).