Alfons Puigarnau - 21/10/2010
Se ataca a la Iglesia porque en ella la pederastia es especialmente antiestética. Porque genera una paradoja: "Gran protectora y mecenas de la imagen durante siglos - se piensa, se dice-ataca la imagen más frágil, menos adulta y culpable, el niño". Luego, se capitaliza mediáticamente y se aplica el principio de simplificación y del enemigo único. Se adopta una única idea, un único símbolo; se individualiza al adversario. Terrible, y al tiempo inevitable, en la sociedad de capitalismo neoilustrado. Pero es un problema de manipulación estética. Primero, porque se hace pasar a la Iglesia por un bloque culpable. Se fabrica un icono, una imagen de alta eficacia estética y, sin distinguir justos de pecadores, se agita ante la muchedumbre, ávida de nuevas iconografías. Segundo, porque se representa al niño apelando a un segundo icono fantasmagórico y surreal, pero mediáticamente infalible: la víctima que alimenta la maquinaria de las pinturas negras. En la sociedad del anonimato, la figura del chivo expiatorio es siempre necesaria. Alguien tiene que caer; y cae siempre el más frágil. Y tercero: hay manipulación estética en la crisis de la pederastia porque se activa el mecanismo destructor de la sospecha: ¿quién ha sido...? ...
A. PUIGARNAU, profesor de Estética y Teoría de las Artes, Universitat Internacional de Catalunya
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