The lecturer is a blog where subjects appear on which the author of blog distributes conferences of the world anywhere. They admit all type of collaborations for published texts as well as suggestions of new subjects. El conferenciante es un blog donde se presentan temas sobre los que el autor del blog imparte conferencias en cualquier parte del mundo. Se admiten todo tipo de colaboraciones para los textos publicados así como sugerencias de nuevos temas.

viernes, abril 23, 2010

LA RAZÓN 21 Abril 10 - Santiago MARTÍN

La «teoría de la conspiración», de la cual muchos se burlan, ha tenido
en estos últimos meses abundantes motivos para confirmarse, al menos en
la mente de los que creen en ella. Me refiero a la campaña de acoso a la
Iglesia, personificada en los ataques al Papa Benedicto XVI. La excusa,
como es sabido, ha sido la supuesta «tolerancia» del actual Pontífice
hacia sacerdotes pederastas, tanto cuando fue arzobispo de Munich como
cuando presidió Doctrina de la Fe. El hecho de que medios tan poderosos
y significados con la «progresía» –y con otros poderes– como «The New
York Times» o la BBC, hayan rebuscado en las cloacas para encontrar algo
que, cogido por los pelos, pudiera presentarse como un argumento sólido
contra Benedicto XVI, ha demostrado no sólo quién está detrás de la
campaña, sino también lo decididos que están a asestar un golpe mortal a
la Iglesia. Han ido a por todas y con todos los medios a su alcance.
Ante esto hay que preguntarse tres cosas. Primero, por qué lo han hecho.
Segundo, cómo les ha salido la jugada. Y, tercero, qué apoyos han tenido
en el seno de la Iglesia. Los ataques al Papa y a la Iglesia no se deben
a una búsqueda de la verdad –propia de un sano periodismo–, ni a acabar
con una situación de corrupción que seguía generando víctimas inocentes
por parte de un clero corrompido. Los datos demuestran que sólo uno de
cada 60.000 menores víctimas de abusos ha sufrido a manos de un clérigo
católico. Esto es muchísimo pues no debería haber ninguno, pero no se
puede considerar ni como una epidemia, ni como un problema que hay que
atajar desatando una gran campaña mediática, máxime cuando prácticamente
todos los casos se remontan a hace 30 ó 40 años. Se ha elegido a
propósito un asunto que impacta en la sensibilidad de la población para
atacar a la Iglesia y destruir su prestigio moral. Y esto se ha hecho
por tres causas: la Iglesia sigue presentándose como el único camino
completo de salvación; la Iglesia está denunciando la dictadura del
relativismo y la Iglesia no se calla ante los intereses económicos de
determinados y poderosos sectores –es significativo, al respecto, que el
abogado que está asesorando a los dos ingleses que quieren meter al Papa
en la cárcel sea el mismo que defiende a De Juana Chaos–. Benedicto XVI,
con su sabiduría, ha defendido, promovido e iluminado estas tres
reivindicaciones de la Iglesia y por eso había que acabar con él a
cualquier precio. En segundo lugar, hay que decir que la operación les
ha salido, en términos generales, mal. Es cierto que muchos denigran a
la Iglesia –sobre todo en los blogs de los periódicos– y que los
anticlericales están crecidos. Es cierto que hay voces que piden la
expulsión del Vaticano de la ONU y que agresivos tertulianos proclaman
su convicción de que esto es el final de la Iglesia. Sin embargo, la
verdad, para disgusto de ellos, es que los católicos practicantes han
visto la jugada y se han dado cuenta de que es una campaña injustificada
contra el Pontífice, lo cual les ha llevado a unirse más a él e incluso
a defender a sus sacerdotes, conscientes de que la práctica totalidad de
los mismos –el 99,95 por 100– no están implicados en esos horribles
delitos. La pasada Semana Santa ha servido para demostrar el apoyo del
pueblo fiel a la Iglesia: más gente que nunca tanto en las procesiones
como en los actos litúrgicos en el interior de los templos. El resultado
conseguido no ha sido, pues, el que buscaban los enemigos de la Iglesia,
sino todo lo contrario: los católicos se han cerrado como una piña en
torno al Papa. Incluso me atrevo a decir que entre gente honesta no
católica, pasado el primer impacto mediático, se está produciendo una
resaca contra las manipulaciones informativas, pues lo mucho cansa,
sobre todo cuando las pruebas que se presentan no son suficientes. Queda
el último punto: la colaboración interna. Es evidente que ha existido,
pues los documentos aireados por los medios de comunicación proceden de
fuentes eclesiásticas. Pero lo más significativo ha sido la proclama de
Hans Küng, dirigida a todos los obispos del mundo para que se rebelaran
contra el Papa. Queda para la historia averiguar si la acción del
amortizado Küng estaba prevista y era la parte final del programa de los
que han planeado el ataque contra la Iglesia, o si el antiguo asesor del
Vaticano II ha actuado por su cuenta, sumándose a la ola de ataques al
Papa con la pretensión de aportar su piedra para demoler el edificio de
la Iglesia, en una especie de maligno canto del cisne. En cualquier
caso, al menos hasta el día de hoy, el resultado de su proclama es nulo.
Si pretendió emular la acción de Lutero cuando colgó sus tesis contra
las indulgencias en las puertas de la iglesia del palacio de Wittenberg,
aprovechando que la progresía mundial había preparado el terreno para un
levantamiento contra el Papa, ha fracasado. Cuando leí su artículo pensé
que no faltarían una veintena de obispos en todo el mundo que se sumaran
a la iniciativa. Pues ni eso. Con el agravante para él y para los suyos
de que han disparado ya sus cartuchos y eran sólo de fogueo. Ni su
silencio ni sus excusas, si las hubiera, alegando que no pretendían
atacar a la Iglesia, podrán ocultar la realidad: han fracasado. Y ésta
es una victoria para la Iglesia, para todas las religiones y para la
humanidad, pues lo que se ha llevado a cabo ha sido un experimento de
ingeniería social que pretendía manipular la voluntad de la población
mundial en función de oscuros intereses. Es posible que ahora los
enemigos de la Iglesia dirijan sus dardos a torres menos elevadas. Harán
daño. Seguirán haciendo daño. Pero, a la vez, estarán haciendo, sin
quererlo, un servicio a la Iglesia. Primero, porque ayudan a
purificarla. Segundo, porque en los dos mil años de historia que tenemos
hemos visto muchas veces que la sangre de los mártires ha sido semilla
de nuevos cristianos. En este caso, el mártir ha sido el propio Papa y,
según vayan pasando los ataques, su figura se irá acrecentando no sólo
ante los ojos de los católicos sino ante los del mundo. Benedicto XVI,
que fue elegido como un Papa de transición para que continuara la labor
de su predecesor, tiene ya su puesto de honor en la historia de la
Iglesia por derecho propio.

No hay comentarios: